Ayer, 29 de noviembre fue el día de mi cumpleaños, 32 para ser exactos. Se suponía que fuera una fecha de congratulación y de alegría. Habían muchos preparativos y mucha gente que me visitaría, un día como pocos, mi cumpleaños, por supuesto.
Pero la suerte desgraciada quiso hacer lo contrario y me preparó una jugada que dejó en jaque-mate el tablero de ese día. Sucedió a las 14h30, justo después del almuerzo. Mi tía, la pobre que nunca ha servido para dar noticias, mucho menos si son malas, no podía parar de llorar, simplemente el dolor la sobrecogía.
- Pero, por favor, cálmate, dime que sucede.
- Es que... falleció Héctor.
Un largo silencio en la línea
- No puede ser, seguramente es un error.
- No, ya está muerto.
Luego, una larga fila de porque, como pasó, estás absolutamente segura y todas las frases propias de la etapa de negación. Mi querido amigo y primo, mi pana desde la niñez, el eterno compañero de juegos, el que fue incluso compañero de labores en la vida adulta. El había fallecido, víctima de un fatal accidente y de la irresponsabilidad humana.
Se fue un buen amigo, un buen hijo, un buen esposo, alguien que seguramente iba a ser un buen padre. Su esposa, queda embarazada de 5 meses, con un hijo que nunca va a conocer la gran persona que fue su padre.
¿Cómo pudo pasar esto? Fue simple, la maldita irresponsabilidad. En parte fue su culpa, porque maldita sea, es tan fácil caminar un poco y tomar el bendito paso peatonal para cruzar una avenida de 6 carriles. Fue en la Carlos Julio Arosemena, quizá los detalles los conozcan algunos porque salió en los medios más "prestigiosos" y "serios" del Ecuador: TC Televisión y Diario Extra. No se podía esperar menos de esa basura de periodismo más amarillos que los colmillos de una hiena e igual de carroñeros y cobardes.
Héctor venía de almorzar en la casa de su madre. Eran las 13h30 y le tocaba cruzar la calle para regresar al edificio de Interagua, el que queda en la Av. Carlos Julio Arosemena. Héctor esperaba cruzar la calle en el parterre de la avenida, donde nunca debió haber estado para empezar. Un vehículo ochentero, un Chevrolet San Remo, cruzaba la avenida a exceso de velocidad y de repente el destino jugó una mala pasada.
Al parecer, el carro tuvo un problema en la dirección, perdió el control, trepó el parterre e impactó en el cuerpo de Héctor, elevándolo del suelo, para estrellarlo muchos metros más allá, cayendo ya sin vida. A solo unos metros de donde sus compañeros de labores lo esperaban para continuar sus actividades en donde su desempeño era impecable. Hubo poco que hacer, lamentablemente. Ayer estuve en el velatorio, no voy a mentir, las lágrimas lograron salir disparados llenando de tibieza mi rostro.
Hablamos de alguien a quien estimaba mucho. Para los que alguna vez vieron mis álbumes de niño, sale casi en la mitad de las fotos. Fue una persona que dejó tras de sí muchas grandes lecciones de valentía y honor, de mucha pujanza en los tiempos difíciles. Y al dejarnos ahora, también lo hace sembrando de reflexiones los últimos pasos que dió en esta Tierra de Nadie.
Primero, es una grave irresponsabilidad el cruzar una gran avenida, sumamente transitada, cualquiera que fuera, da igual si es la Avenida de las Américas, la Avenida 25 de Julio o la Calle del Placer, es igual. Si el Municipio ha puesto un paso peatonal no solo es porque le gusta tirar el dinero de nuestras contribuciones especiales e impuestos prediales. ¡NO!. Es porque hay especialistas en estudios de tráfico que concluyen en que es indispensable, por favor, amigos, lo repito es INDISPENSABLE construir uno de esos artilugios que los guayaquileños tanto odiamos utilizar. Muy a lo guayaco, claro está.
Si uno decide cruzar la calle por donde las neuronas rectales le indiquen entonces, el resultado puede ser ese. Una muerte innecesaria. Por favor, Guayaquil, ya empecemos a pensar con la maldita cabeza, hasta cuando la viveza nos va a podrir. POR FAVOR, hagamos un mínimo de conciencia, la vida no se trata de sentirse el bacán, haciendo el papel de cojudo.
La otra reflexión que trae es también importante. Porque demonios, dígame alguien, porque mierda se conduce dentro de la ciudad a exceso de velocidad. Es decir, no a exceso de velocidad, porque ello podría definirlo así si acaso el límite fuera de 40 KPh y alguien va a 60 KPH. Pero, no, carajo, ¡que va!. Hay unos hijos del tuétano que van a 130 KPH dentro de la ciudad. ¿Alguien allí en la blogósfera puede explicar porque diablos hay gente que corre tan irresponsablemente? ¿Dónde está la conciencia?
Recuerdo hace unos años cuando estaba a punto de comprar mi primer carro y no sabía por que marca y modelo decidir. Un vendedor me decía que compre un Corsa porque tenía buen "pique". Al momento en que le pregunté que quería decir exactamente con buen pique supe que me arrepentiría de formular esa pregunta. El muy imbécil sólo me dijo que el carro volaba y asumo que pretendió explicarme que el vehículo tenía una aceleración de arranque muy elevada. Cuando le repliqué diciendo que me importaba un culo el "pique" y que me dijera otras ventajas del modelo, el vendedor se quedó mudo.
Como el tipo no podía hablar entonces decidí sacarme la pica y averiguar algo del "pique". Le pregunté por curiosidad cuantas personas buscaban carros con buen "pique" y la respuesta me sorprendió.
Resultaba que en Guayaquil, la mayoría de los compradores buscaba vehículos veloces y livianos. ¡Por Dios, que gran estupidez! No hay que ser un genio para saber que un vehículo liviano tiene una estructura demasiado endeble como para resistir impactos de alta velocidad. En palabras cristianas, estréllate a 120 KPH en la perimetral en uno de esos huevos con ruedas y vamos a recoger tus brazos en Chongón, tus dientes a lo largo de la Marginal del Salado, tus piernas en el río Guayas y tus pelotas en la isla Puná. Así de simple.
¿Cual es la razón para ir a exceso de velocidad, perdón, como si te apestara la vida y la única marcha que conocieras fuera la quinta y con el nitro encendido? Con todo respeto, pero el que un vehículo sea veloz me sirve sólo en un autódromo. En las sociedades en las que prima la inteligencia y la razón, como en Europa, el comprador pregunta los detalles acerca de la fiabilidad del vehículo, disponibilidad de servicio técnico inmediata, su resistencia a las condiciones climáticas y sobre todo su desempeño en la relación KILOMETROS/GALON DE COMBUSTIBLE. Eso es pensar con la cabeza a la hora de comprar un vehículo.
Los dejo con estas reflexiones, por favor, piensen cuando crean que es muy chévere cruzar la ciudad a todo pedal. Dénse cuenta de que es una irresponsabilidad y que mucha gente sufre cuando ocurre un accidente por las santas y puras alverjas.
Saludos, Santhros
No hay comentarios.:
Publicar un comentario