Jesús dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mi".
Lo cierto y la realidad es que en la práctica la Iglesia Cristiana en sus múltiples derivaciones no hacen sino alejar cada vez esa pequeña enseñanza del que quizá sea el hombre más preponderante de todos los tiempos, N.S. Jesús el Cristo.
El Papa Benedicto XVI, Ratzinger a secas para mi, es el ejemplar más digno de análisis que se haya conocido en la historia contemporánea de la Iglesia Católica. Si hay una palabra que defina su pensamiento y en general su estilo de gestión, esa sería REACCIONARIO.
Si el vicario de Cristo es el representante de Dios en la Tierra,
seguramente Ratzinger no debería ser Papa
El hombre, que fue coronado hace poco tiempo el "Vicario" de Cristo, contrario a lo que se podría pensar del representante de Cristo en la Tierra, no tiene entre sus virtudes la tolerancia, la paciencia y porque no decirlo, incluso carece de la sabiduría necesaria para el cargo que desempeña. No goza del carisma de sus antecesores y de paso ha llegado al Papado en medio de la convulsión mundial que la globalización de mercados y culturas ha derramado sobre nuestra esfera.
Su Santidad Benedicto XVI prácticamente está en contra de cualquier reforma positiva al estatuto de la Iglesia. Hace poco dejó sentado a todas las claras que durante su papado no se va a aprobar el fin del celibato obligatorio de los sacerdotes católicos y es más que seguro que los matrimonios homosexuales y sobre todo el uso de los métodos anticonceptivos "artificiales" van a seguir siendo un tema totalmente prohibido para quienes profesen el catolicismo.
La negativa a aprobar el fin del celibato es casi exclusivamente debido a circunstancias propias de la Iglesia Católica. Sucede que durante siglos la Iglesia ha conservado su situación de poder económico gracias al hecho simple de que sus sacerdotes no pueden tener descendencia legalmente reconocida, ergo, no pueden estar. En los tiempos antiguos los curas al morir legaban a la Iglesia los tesoros acumulados durante años y años de recolección de ofrendas, prebendas y regalos por parte de los miles de borregos que acudían a sus cultos. De esa manera, la Iglesia nunca perdía y por ello la Iglesia debía mantener el mecanismo del celibato, como una medida para conservar el poder despiadado que mantuvo en vilo incluso a los reyes europeos el medioevo que veían en la probabilidad de una excomunión la terminación inmediata de sus poderes monárquicos.
El tema de los matrimonios homosexuales también lo entiendo. Soy homofóbico, para nadie es novedad y considero que un matrimonio sólo se puede dar entre dos seres humanos de sexo opuesto, lamento si alguien está en oposición a mi idea, pueden llamarme chauvinista, reaccionario, retrógado, etc. pero aún mi mentalidad no concibe la homosexualidad como algo normal, quizá hasta aceptable, pero una unión que no puede producir una familia medianamente funcional no es un matrimonio.
Lo que no se llega a entender de ninguna manera es que la Iglesia persista en sus negativas cerradas a aceptar el uso de anticonceptivos. No hay que ser un biólogo para saber que un espermatozoide o un óvulo no están dotados de conciencia y que por ello no sufren si son eliminados antes de la fecundación.
No se en que o en quienes piensa Ratzinger cuando la Iglesia aún no levanta el absurdo que conmina moralmente a sus fieles a usar solo el método del ritmo para el control de la natalidad. Eso es pretender cerrar los ojos e ignorar que en este mundo existen demasiados nacimientos sobre todo en las zonas más pobres del planeta y que traer niños al mundo para sufrir la miseria, el abatimiento, la indolencia y en general el quemeimportismo de la Iglesia de Cristo es un pecado más grande que usar anticonceptivos y matar unos cuantos espermatozoides u óvulos.
Dios dijo creced y multiplicaos, pero no dijo que lo hagamos exponencialmente, Su Santidad.
Saludos, Santhros