sábado, julio 28, 2007

Una decisión fatal

Juan Alberto es un viejo amigo. Para ser mas preciso, lo fue. Y no se llamaba Juan Alberto, pero no quiero revelar su identidad. Nos conocimos en la época dorada de la secundaria, cuando las preocupaciones se reducían a mujeres, deportes y estudios.

No era un tipo brillante, pero era un estudiante promedio. Soñador, con muchas metas y un deseo permanente de vivir. Recuerdo haber jugado fútbol con Juan Alberto y toda la gavilla de muchachos que éramos en ese entonces, tan jóvenes y tan despreocupados. La inmadurez y las hormonas solían tomar decisiones a nombre de nuestra reflexividad; casi nula.

Salimos del colegio y Juan Alberto junto a un grupo numeroso de graduados - entre los que se incluye su Servidor - abordamos la posibilidad remota de ingresar en la Escuela Superior Politécnica del Litoral: la Poli.

Juan Alberto, pese a sus limitaciones en el plano intelectual abordó el reto, como lo hacen los verdaderamente grandes. Puso todo su empeño al servicio de su causa. Y finalmente, esas horas de clase, las penosas tardes en Ayudantías, prácticamente botados en ese fin de mundo que era el Campus "Prosperina", y todo el esfuerzo de noches y madrugadas afilando lápices y devorando páginas rindió su fruto. ¡Lo logramos, negro! Recuerdo aún sus palabras, y no puedo mentir, las lágrimas se desbordan de mis párpados, riñendo con mi voluntad que prefiere recordar los momentos alegres en homenaje al optimismo de Juan Alberto.

Y pasaron los años. Para algunos fueron duros. Muchos quedaron en el camino, por diferentes circunstancias. Pocos llegábamos a egresar. Y Juan Alberto y yo, estábamos allí, en ese selecto grupo. Fué cuando entendí el significado global del término "carrera". Se trataba de resistencia, no de velocidad.

Y la vida nos separó un poco. Salimos del Alma Mater y empezamos la verdadera carrera. La carrera de la vida. Yo viajaba mucho. Juan Alberto lo hacía poco. Conocimos gentes, personas, lugares, tiempos y muchas circunstancias. Pero, al margen de como nos trataba la vida - bien y mal - seguíamos en contacto, con menos frecuencia, pero con la misma intensidad de la amistad que empezó temprano en nuestra vida.

Y le tocó encontrar a esa persona especial que le tocó el corazón a Juan Alberto. Ese ser lleno de bondad, de humanidad y amor reciprocado. Y como es lógico y natural, cuando dos personas se aman, decidieron embarcarse en la aventura del matrimonio.

Allí fue cuando la fatalidad tocó a su puerta. Juan Alberto, que había sido siempre tan conservador en sus actos y tan convencional en sus relaciones, tuvo que tomar una decisión que afectaría el resto de su vida.

Fué en su despedida de soltero,en la cual estuve presente. No podía fallarle, siendo yo, su amigo de toda una vida. Fue un acto cualquiera, lleno de las vulgaridades que se pueden esperar; sobrado de alcohol, bromas pesadas, música rimbombante y bailarinas exóticas. Strippers, quiero decir.

Toda la velada estuve nervioso. Debió ser por ello, que falté - inusitadamente - a mi costumbre inveterada de beber como cosaco en las despedidas de soltero de los panas. Estaba algo ansioso, pero no quería que mi amigo, que se despedía de la Liga de los Solteros, tuviera un motivo siquiera para sentirse mal. Así es que modelé la mejor de mis expresiones faciales y adelante con la fiesta.

Para cuando llegaron las bailarinas, Juan Alberto y unos batracios panas del barrio estaban en estado de ebriedad a media llave. Yo no podía evitar la aprehensión, pero no precisaba porqué. Es esa especie de sentido oculto - el tercer ojo tibetano - que me alerta de los peligros.

- Me llamo Carolina. Eso me dijo una de las strippers. ¡Wow! me dije a mi mismo, esta pelada está rebuena. Y no estaba exagerando. Un metro setenta, noventa-sesenta-noventa, piel bronceada, acento colombiano, caleña por toda seña, el rostro delicado y sus ojos de un pardo que hacía juego con la piel. Esa piel que me daban ganas de morder en toda su superficie, incluyendo sus repliegues.

No le quité la mirada de encima y estoy seguro que el destino es ineludible, porque cuando algo debe suceder simplemente pasa. Y todo contribuye a que se desarrollen los eventos de una u otra manera.

Recuerdo que Juan Alberto estaba algo ebrio cuando las chicas lo llevaron al centro de la tarima. Recuerdo también que mi corazón estaba dando tumbos, no se si por Carolina o si fuera por el desasosiego que me invadía. Decidí ir por unos tragos, ¡qué diablos! Yo no iba a amargar la noche. Con el rabillo del ojo, mientras avanzaba hacia la barra, pude ver a otra de las strippers - una morocha alta, con un trasero espectacular - desnudar a Juan Alberto, en una de las clásicas bromas de las despedidas de soltero. Decidí no mirar, después de todo no es agradable ver a un pana humillado en frente de una horda de borrachos.

A la que no le podía quitar la vista de encima era a la tal "Carolina". Muy buena, muy sensual y con menos ropa lucía irresistible. Estaba decidido. Esa noche sería mía, a como diera lugar. Por supuesto, estaba más que dispuesto a seducirla, pero no a dar un centavo a cambio. Faltara más.

Llegué a la barra y pedí una cerveza y un paquete de cigarrillos. No hay, amigo - me dijo el patucho que atendía en la barra, un viejo conocido. Habría que salir a buscar tabaco. Salir y cometer un error lamentable.

Regresé y le lancé al gorila de la entrada su respectiva bocanada de humo en pago por la grosería del trato que se había empeñado en proporcionarnos. No me dijo una palabra. Tampoco es que esperara que reacciones. Con el tiempo aprendes a reconocer el libreto de estos fulanos. Los "Buenos Días", "Buenas Noches", "Pase Usted", "Por favor" y "Gracias" los reservaban para los que dieran una propina superior a los cinco yanquis.

Entro de nuevo al local y me sorprende el repentino "silencio", si se puede calificar como tal al estado sonoro reducido de la estancia. ¿Qué pasó? - me pregunté a mi mismo, mientras uno de los batracios panas de Juan Alberto corría a mi encuentro para remarme un tabaco.

- ¿Qué pasó, donde se fue Juan? - le pregunté.
- Creo que se fue con la colorada a otro lado - me dijo mientras encendía el cigarrillo en sus dedos temblorosos.
- ¡Qué! Pero, si el pana está muy borracho, chucha. Le puede pasar algo.
- Mira, loco, el man está ya grandecito, como para saber lo que hace. Y la plena, que la man está buena.
- Si, maricón, pero el man no es de andar con putas.
- ¿Y? No sufras, chucha, que ... ¿es tu marido?
- Andate a la v... El problema es que le pueden hacer huevadas y el man se casa en tres días, pues.

No recuerdo haber cruzado más palabras con esa gente. Daba igual. No sabía si me molestaba tanto el que se haya ido pluto, con probabilidades de que lo dejen pelado en algún motelucho +o el hecho de que no había podido cumplirme el capricho con Carolina. Cuando le pregunté al gorila si había visto donde fueron, me dijo que se fueron en el Montero con mi pana y las peladas. Le habían dejado una buena propina.

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El féretro era igual a cualquier otro que hubiese visto. Con esa excesiva ornamentación que es tan clásica de las funerarias guayacas.

Como siempre, el panorama no difería de los velorios convencionales. Flores, flores y más flores. Personas que lloraban por aquí, otros que dormían y por supuesto, no faltaban los jugadores de cuarenta y uno que otro borrachín que no sabía que hacía allí.

La señora María ya no tenía lágrimas en sus ojos enrojecidos. Es duro ver partir a cualquiera de tu familia, pero el dolor es insoportable cuando se pierde a un hijo. Al hijo que más se amaba.

- Mijo, ¿porqué se fue Juan Alberto? Él era tan bueno.
- No lo sé, señora María.

La verdad si lo sabía. Se fue porque no tuvo precaución. Se fue porque sus amigos de verdad nos descuidamos sólo unos minutos, y los batracios malparidos que se decían sus amigos lo indujeron a tomar una decisión fatal.

Su esposa. Pobre. Le quedaban mil recuerdos, muchas fotos, un vestido de novia y una cama vacía. Lo amaba, sí. Aún cuando Juan Alberto le confesó la verdad. Cuando le dijo porqué no quería tener relaciones sexuales con ella. Cuando le explicó el porqué se lo veían tan pálido y tan decaído.

Para todo el mundo Juan Alberto falleció de cáncer, se lo había provocado el cigarrillo, aunque tuviera años sin probar el humo. Para los que tuvimos la desgracia de saber la verdad, esa mentira piadosa no podía resultar más desagradable e hipócrita.

Sí, fue el SIDA el que se lo llevó. Allá donde nunca más lo veremos. Sólo fueron veintitantos años, pero su recuerdo durará para siempre. Y sólo le tomó unos meses a la maldita enfermedad el destruir su cuerpo, aunque su voluntad le mantuviese fuerte hasta el momento final. Dos días en cama, mucha agonía y unos cuantos minutos antes de expirar. Todos estábamos allí. Todos los que lo queríamos, los que conocimos al ser luminoso que fue.

En un día como hoy, cuando cumple unos años de fallecido, me pregunto: ¿qué hubiera pasado si no hubiera salido a comprar ese paquete de cigarrillos? Dicen que si sigo fumando moriré de cáncer, pero esa noche - paradójicamente - el tabaco quizá me salvó la vida.

lunes, julio 16, 2007

Bloggeando

Una vez escuché por ahí que en realidad un weblog no es realmente un diario personal. El argumento de la persona que hacía esa observación es que la mayoría de los que escriben un diario personal, lo hacen a sabiendas de que nadie lo va a leer y que en realidad descargan sus pasiones íntimas en esas páginas cerradas de un cuadernillo, por lo general, puesto a muy buen recaudo.


Por el contrario, esto de los blogs es lo más impersonalmente personal o públicamente privado que jamás haya conocido. No importa cuanto se sueñe en mantener la privacía de lo escrito, tarde o temprano se hace público. Si no es a causa de un buscador, será porque alguien de alguna manera ha llegado, pero si al configurar la cuenta del blog no se lo hace privado, es decir no se limita el acceso, pues, seguramente esa bitácora a la que se dedica algo de tiempo será susceptible de ser leída, muchas veces compartida, en otras seguida y hasta criticada.


Lo importante de este mundo de los weblogs es la capacidad de reemplazar ese cuadernillo que dejábamos botado una vez que encontramos un mejor interés. Aquí también podemos dejar nuestras impresiones y el diario vivir. Se escribe de la anécdota, de la vida, de nuestra historia, de como vemos le mundo, de los peces, de los computadores, de la ciencia, del relajillo, de la música, de un sinfín de temas, pero el hecho es que se escribe.


Sin revisión editorial, sin censura aparente, sin presiones competitivas. Solamente llegamos al final de un día, el que nosotros elijamos y le damos duro al teclado, sin prisa, sin pausas. Y de alguna manera que no llegamos a comprender, dejamos una huella de nosotros en este marco espacio-temporal que nuestros sentidos nos revelan.


sábado, julio 14, 2007

Un año, un blog.

Oficialmente este espacio se abrió en mayo de 2006. Luego de un largo mutis de dos años, me acercaba nuevamente a la publicación en la red, pero estaba vez en el estilo de los blogs. No más angelfire, ni más páginas personales, esta vez era una bitácora la que recibiría mis descargas insomnes.

Pero, faltó tiempo al inicio. Algo de consistencia y motivación, también. Y así, fui dejando pasar los días y realmente fue a mediados de Julio del año pasado, cuando empecé a escribir. Primero fueron los temas del diario vivir, luego entraron las opiniones, y hasta debo reconocer que hubo uno que otro hatepost. El estilo también fue evolucionando y poco a poco fueron llegando los lectores. También fui conociendo a algunos amigos.

Este blog vió pasar buenos y malos momentos. Tuvo incluso su invitado, el Dr. Konch, que escribía una lírica fluída, extraña, a veces disparatada, en otras ocasiones certera y colisionante. Tuvo sus premiaciones - sin premio - y pudo superar incluso las campañas ¿a favor de? la decencia, la moral, las buenas costumbres y lo políticamente correcto, para ganar un concurso como el mejor Blog de Opinión, que unos cuantitos entendían como el Premio al Blog de la Mejor Opinión. Le vieux temps! Tuvo también sus trolls, algunos de ellos menos originales que una canción de comercial televisivo, otros tan salaces que parecería que provenían de la lagartera. Hasta que encontré uno que realmente representó un reto intelectualmente atractivo, aunque demasiado agresivo y con el error de tomar a lo personal aquello que es una diferencia de opinión.

Lo importante es que ustedes siempre estuvieron aquí. No, eso no es lo importante. De todo lo escrito aquí, si tuviera que extraer un solo comentario o un párrafo de un post que pudiera resumirlo todo sería el siguiente: se publicó. Lo que es rescatable, lo esencial es que el autor ha podido publicar cuanto ha querido, sin la debida censura. No es que últimamente me den ascos al utilizar las frases coloquiales que solían adornar los primeros posts, no. Es que simplemente, no se ha escrito nada más aquí que lo amerite. Esas ínfulas incorrectas, los desvaríos de la abstracción, el deseo de agresión fueron apagados en la juntura de los caracteres, hasta convertirse simplemente en lo que hoy se lee. Son historia, SON HISTORIAS.

Ahora por aquí se publica esporádicamente. Básicamente porque este espacio es el mío, el otro blog es de un grupo que tiene un proyecto, una meta. Acá se escribe cuando hay tiempo, cuando sobran las ganas. Acá se depositan las letras que convierten lo íntimo en público. Por este pequeño espacio faltan muchas cosas, ya no hay muchas alegrías, ni tristezas, pero sí que hay vida. Aunque no sea notorio. Este es el espacio preciso para escribir la verdad, mi verdad. Por eso el título comienza por auténtico.

Me despido - por ahora -; dejando sólo una aclaración que siempre debí hacer. Veces miles me acusaron de redactar un clon de Batiduende y Tijerón. Nunca dije nada al respecto, más por pereza que por lo que fuere, pero hoy al cumplir un año, algo me empuja a hacerlo. Esto nunca ha sido un clón de nada, señores. En todo caso, es un clón de la realidad subjetiva de ese ser extraño, obscuro, solitario y reflexivo que se hace conocer como Santhros ibn Shinu.

Saludos y Gracias a todos.


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