Bien dicen que los curas son de confiar menos que las mismísimas culebras. He leído la carta de Paulino Toral dirigida a un articulista de Vistazo y debo confesar que lo único que me ha provocado es un malestar general de la psiquis.
Confesar por confesar que he cambiado mucho en mis apreciaciones de la homosexualidad, transexualidad y bisexualidad es imperativo para empezar. Los prejuicios se pueden superar con algo de conocimiento del tema. Que los hechos básicos no se pueden cambiar, también es de aclarar.
Pero considerar siquiera medianamente aceptable lo expresado por el sacerdote Toral está fuera de discusión. Nadie tiene derecho a hostigar a otra persona, basado en conceptos de moral discutibles. Yo no creo (y mis amigos lo confirman) que nadie elija ser homosexual, bisexual o transexual por convicción. Eso es algo que simplemente se da, y en ese sentido la palabra "preferencia" quizá sea inadecuada. Porque no puedes preferir ser homosexual, como no puedes preferir ser heterosexual. Simplemente se es lo que se es, como resultado de lo que mierda sea, pero estoy seguro que no es algo que puedas elegir.
Si se tratara de elecciones, estoy 100% seguro que muchas personas elegirían no ser homosexuales, lesbianas, transexuales o bisexuales para evitar el prejuicio y la discriminación de una sociedad dominada por el vicio de estereotipar y catalogar. Todo lo catalogamos, nada se puede salir del libreto.
La opinión de Toral, si bien respetable por tratarse de una opinión, es totalmente perecible en términos de la realidad. No es que a partir de ahora van a haber familias alternativas - homoparentales - y la destrucción del mundo está garantizada. Sucede que ya existen y lo que se está discutiendo es la capacidad que puedan tener estas familias para adoptar niños y criarlos en este nuevo modelo de familia.
En cuanto a mi se refiere, no creo que lo que deba preocupar sea el hecho de que los padres vivan una relación no heterosexual, sino que debe considerarse la capacidad económica de la pareja, la estabilidad que como pareja tienen, el ambiente en el cual van a criar a ese bebé y el amor que le puedan brindar.
El citar a la sagrada familia como ejemplo es un acto de cobardía intelectual, de reducir a cenizas la capacidad de argumentación. En las épocas bíblicas, la familia era básicamente paternalista. El varón podía tener varias concubinas y - por supuesto - podía tener hijos con esas mujeres. Unos pocos siglos antes, en la Grecia de la Edad Antigua (cuna de la civilización occidental) era una práctica común el que los varones mayores mantuvieran relaciones sexuales con los jóvenes de su mismo sexo.
Si remontamos a los siglos anteriores y a la Prehistoria, ni siquiera había una familia definida como ahora la conocemos. Los animales - a diferencia de lo que sugiere el Padre Toral - no siempre tienen una pareja definida, de hecho, las uniones en muchas especies son perentorias y destinadas a la reproducción.
Pero nosotros no somos seres reproductivos. Somos seres que experimentamos emociones y sentimientos, y en cuya vida el sexo no es un factor minoritario. Yo se que los votos del sacerdote católico lo eximen del placer sexual (cuestión altamente anormal y antinatural, si me lo preguntan), pero no se puede eliminar la naturaleza humana por cuidar el status quo de una Iglesia que cada día prueba ser más y más anacrónica.
Para mi carece de valor la opinión de los prelados. Se oponen al uso de preservativos cuando el mundo sufre el azote del SIDA y los embarazos no deseados. Se oponen ahora a la familia homoparental, como si esas familias necesitaran la aprobación del Vaticano para existir.
Ahora al menos han tenido que reconocer que la homosexualidad existe y que no es un pecado cometido por el libertinaje. Pero recomiendan a los jóvenes que sientan esa inclinación que se abstengan. Claro, y que se den golpes de pecho y se confiesen. Es decir, recomiendan al homosexual/lesbiana que sienta deseo, pero no lo haga realidad, que viva con culpa y terror de ir a un infierno que quizá no sea nada en comparación con vivir una vida entera de frustración, en el supuesto nombre de un Dios que los creó con la tendencia a amar a personas del mismo sexo.
No soy parte de la comunidad GLBT. Particularmente, soy de la idea de que mientras haya etiqueta, en el mundo no va a haber verdadera libertad para quienes no son heterosexuales convencionales. La orientación sexual debería ser como la afiliación a un partido político, filiación a un equipo de fútbol, creencia religiosa, etc; es decir, un atributo personal que no se convierta en el súmun de la definición de una persona.
Aún no he liberado todos mis prejuicios. Todavía hay rezagos de un proceso de aculturación al que se sometió a mi generación desde chicos. Pero por más prejuicios que alguien sienta, no existe el derecho a pretender juzgar que la mierda de uno es la única que apesta.
Yo le digo sí a la adopción de niños que necesitan una familia. Y digo que antes de ver si es una relación heterosexual o no, se considere la calidad humana de la pareja y la capacidad que tienen para ser padres de ese niño o niña. No creo que criarse en una familia homoparental te predisponga a ser no-heterosexual, tanto como creo que criarse en una familia convencional no predispone al niño o niña a ser heterosexual.
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