Porque no hacerlo implicaría que retrocederíamos o que simplemente nos quedamos estancados. Y vaya que encontrar la pelota cuadrada en la cancha de la vida es como la búsqueda del Santo Grial de la idiocia.
Cuando encontramos una situación que nos toque las pelotas y nos haga salir de nuestro eje, es cuando nos vemos obligados a ponerle el freno. Es en ese momento en el que esperamos que una epifanía nos rescate de nuestras propias miserias, nos ayude a comprender lo incomprensible y nos coloque en el nivel de seguir adelante. Y aunque ese momento de paz nunca llegue, termina por no hacernos falta, porque en el fondo, aunque nos cueste admitirlo, todo aquello que no afecta primariamente nuestra mortal existencia es algo que podemos aceptar y seguri adelante.
Nos arrastramos por un falso continuo, esperando lo mejor, pero trabajando en conseguir exactamente lo contrario. ¿No es acaso la propia mediocridad aquello que nos impide hacer lo que debemos y queremos hacer? Se nos viene encima una ola de la falsa responsabilidad, un montón de mierda politícamente correcta, y pretendemos vivir para un futuro que bien nunca puede llegar.
¿De qué sirve luchar tanto por aquello que en realidad tiene muy poco valor intrínseco? ¿Porqué nos ponemos retóricos e inventamos las justificaciones más absurdas y públicamente aceptadas para negarnos a vivir dignamente?
Me he puesto a pensar en todas aquellas ocasiones en que tuve la sana intención de corregir el rumbo. Y de todas esas innumerables veces en las que desistí, buscando razones donde ne exitieron nunca. El expreso de la vida arranca desde que el matasanos te cachetea las nalgas, y un día debe terminar. No se si es la última parada, no puedo afirmar que no lo sea. Sólo se que a veces perdemos detalles del camino por tratar de mirar a ese kilómetro adelante al cual aún no hemos llegado. Como si el tiempo nos perdonara la vida, como si la muerte no estuviera allí dándonos la vuelta con la paciencia del que se sabe vencedor de antemano.
Ayer enterré a un hermano. Bueno, es un decir. En realidad lo dejé en una fría tumba, para que sus restos que hedían a formol se los llevara el fuego. Cosa que es mejor que se lo festinen los gusanos. Al menos eso siempre he pensado.
Lo dejé en una caja rectangular de madera, pero por primera vez no lo abandoné. Eso ya lo había hecho hace más de una década. ¿Qué pasó en todo ese tiempo? Cometí la locura de encerrarme en la prisión de las responsabilidades sociales, corriendo con la vista enfocada en esos metros de pista que aún no llegan. Me engañé pensando en que estaba viviendo y haciendo lo correcto, cuando la realidad es que eso es pura mierda.
Permití que mi hedonismo superara con creces lo que los instintos siempre me dijeron. Desde todo el tiempo, he sabido que él tenía problemnas, Lo podía percibir desde pequeño, con esos ojos que muy en el fondo no dejaban de reflejar la búsqueda frenética de esa alma por un poco de amor del bueno.
He enterrado tantas personas en mi vida. Unas dolieron más que otras, pero SIEMPRE supe que podía superarlo. No era mi sangre la que se derramaba, ni mi pellejo el que sufría el azote de la putrefacción. Dale, sigamos adelante.
Pero cuando una parte de ti se va con un ser amado, cuando regresas y te das cuenta de que ya no está, que no lo estará más, ahi es cuando evalúas con claridad lo grandísimo hijoputa que has venido siendo. Tantas horas que has desperciado en el cumplimiento de tus finos placeres y tan poco que has dado y sin embargo pides demasiado más de lo que siquiera has pensado en entregar.
Y no se trata de echarse las culpas encima, porque eso es la salida fácil. Viviré con la culpa, dice el Señor. Es más bien un ejercicio de humildad, de reconocer que se ha sido un ladrón de los minutos contados que te han dado gratis, de esas energías menguantes que deberías usar para VIVIR y en un engendro miserable que se rompe el lomo por 500 gramos de papel y metal.
¡A la mierda con la muerte! Es mala para el que muere, pero es más traumática para el que se queda con la boca abierta esperando que eso no vuelva a pasar, que nunca más retorne, que lo espere siempre hasta mañana. Vale.
Y para que mentir diciendo que hoy soy un mejor ser humano, que del ahogado el sombrero, que ahora soy un mejor ser humano. Ni yo puedo ser tan cínico. Mejor los dejo con una frase que me sale del alma mientras los lacrimales trabajan con fervor.
Hoy he descubierto es que si algo somos es polvo. Del polvo nacimos y en mierda nos convertimos, y mientras más rápido crece mi ego, más verga me valen los seres humanos.
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