miércoles, abril 18, 2007

Cuando la decadencia cesa

Muchas veces uno se puede llegar a preguntar muchas cosas cuando se detiene a considerar el papel individual en el conjunto del conglomerado social. Generalmente, eso ocurre cuando nos permitimos el lujo de quitarle un par de horas al sueño y las dedicamos a reflexionar en tono instrospectivo acerca de lo que hacemos y de cuan útiles realmente somos como personas, como ciudadanos, como células sociales.

A muchas personas les ocurre. Hay días que son grises y que terminan en noches interesantes en las que estamos dispuestos a cuestionar nuestro rol en la vida. Debemos aprovechar esos momentos de total intimidad en el que podemos desnudar ante nuestro ojo interno ese ser humano que realmente somos.

El punto es que una de esas noches, el ser humano que soy en conjunto decide recalcular el nivel de beneficios que mi accionar de vida genera para la sociedad que mis pasos afectan. Tengo mucho trabajo, creo Sistemas que ayudan a mejorar la forma en que las empresas de mi país manejan la información. Un punto para el ego. O mejor aún para la necesidad imperiosa de hacer un "fill in the gaps" a las preguntas existenciales.

Trato (y muchas veces lo consigo) de ser un buen ciudadano, presto a colaborar en la tarea de mejorar de todas las maneras posibles nuestra sociedad, tan afectada de una cultura de viveza, hipocresía, curuchupismo y novelería. A veces caigo de plano en los defectos culturales que tanto critico, pero cada día que pasa me convenzo a mi mismo de la importancia de vivir bien, del ser bien del paradigma japonés. Nuestro destino siempre va a estar relacionado con la experiencia cumulativa de nuestros actos. Incluso desde el nacimiento cuenta. Por ese intento tan utópico de mejorar a todos, pretendiendo que la simple decisión del cambio personal me concedo a mi mismo, al mejor estilo de la Academia Santhros, otro punto a favor.

Pero, ¿eso es todo? Recuerdo cuando desaparecieron los hermanos Restrepo, hace muchos años. Aún era un muchacho, como de la edad de ellos. Todavía tengo en la memoria la imagen de la desesperación de los padres y de como la policía nacional simplemente negaba toda vinculación. Pero lo que tengo más presente es como a nadie parecía importarle un rábano todo aquello. Claro está, cuando el caso finalmente trascendió hasta la fauna política mil veces reprochable decidió hacer "eco" de las demandas de los Restrepo.

Y ahora que han pasado los años, creo que también he pasado a formar parte de la desidia general. Y como yo, la mayoría de los conocidos y quizá de todos los ecuatorianos. Nos importa muy poco lo que ocurre en la puerta del vecino, porque no es nuestra familia, ni son nuestros amigos. Si les roban o les matan, no es nuestro problema.

Y en realidad, al final de los finales, el problema es de todos. Porque si matan a un ser humano al lado tuyo mañana podrías ser tu. Importa mucho el hecho simple, pero real de que si permitimos a un corrupto llevarse el dinero de nuestro país IMPUNEMENTE, mañana otro lo volverá a hacer. Mientras, nos importa poco, porque pretendemos cerrar los ojos e ignorar que el dinero que se llevan les pertenece a nuestros hijos, es el futuro de ellos el que se llevan. Y a nosotros, NO PARECE MOLESTARNOS.

Y podríamos seguir toda esta larga noche, cavilando y extrayendo conclusiones, pero al menos para mi, la cuenta de cuanto puedo hacer por los demás sigue rozando el 0, mientras no decida entrar activamente al bando de aquellos que con valentía han afrontado el reto de tomar el destino en sus manos y hacer valer ese bien tan depreciado conocido como la democracia.

Saludos,

Santhros ibn Shinu

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