Antes de proseguir, me declaro culpable; he caído en las provocaciones alguna vez hace poco, pero creo que es hora de a la luz de la reflexión, poner una voz en alto y pedir un cese al fuego.
Así lucen las peleas entre bloggers (si, también soy culpable)
La libertad de expresión es en sí un derecho que contiene la más grande de las concesiones de la especie humana: la capacidad de razonar y de poder expresar el resultado de nuestro pensamiento. Pero hay un límite, que una vez ha sido cruzado transforma el derecho en vandalaje, en vileza, en canallada. Señores, no se puede en nombre de la libertad de expresión ofender a los demás, sobre todo si la otra persona no nos hace nada para provocar nuestra ira.
Dicen que es mejor no hacerle a alguien lo que no nos gustaría que nos hagan y la verdad que lo que se ve en los posts de algunos blogs actualmente resulta desagradable. Por ejemplo, se ha convertido en una indiscreción por decir lo menos o en un acto de supina idiotez el colocar fotos en los posts del blog personal.
No falta el que llega con su paquete de medidas fascistas y destroza, porque lo que se ha visto no es una crítica, sí, destroza de manera inmisericorde al blogger que ha puesto inocentemente su foto. Por no decir que en más de una vez han salido jodidos otras personas que cometieron el pecado de tomarse una foto con su pana, hermana, hermano, yunta, ñero, güey, padre, madre o el vecino.
¿Hasta cuando estas tonterías?
Ni hablar que gran parte del escarnio público que se ha cometido en contra de algunos amigos míos (incluso en mi contra) es un acto de cobardía disfrazado de ideas ególatras y supremacistas que ya están desacompasadas con respecto a los tiempos actuales. Adefesios ideológicos como la supremacía blanca, el destino manifiesto y sus bastardos políticos están dejando paso a las nuevas doctrinas que manifiestan a las claras que la superioridad de un conglomerado humano en virtud de su raza, cultura, posición geográfica o cualquier otro criterio sectario es una fantasía propia de los que dotados de un notable intelecto han opacado sus obras con los miedos provenientes de sus profundos complejos personales.
Genéticamente hablando somos iguales
hasta más del percentil 98, corríjame si me
equivoco, Dr. Konch E. Touma Dree. Somos
la misma especie aunque a veces parezca
que no es así.
A donde quiero llegar, aunque suene redundante, es a puntualizar que esa actitud no conduce a nada (lo digo por experiencia propia), quizá solo a provocar el desaire del afectado y la hilaridad de unos cuantos que buscan diversión "light". No los critico, pero quizá es mejor cerrar la boca o su equivalente (amarrarse los dedos) cuando se ve que otra persona está recibiendo una paliza por poseer defectos físicos o aparentes taras de algún tipo o simplemente porque piensan y opinan diferente a como el verdugo cree que debieran.
En estas épocas que son tan llenas de espiritualidad en el mundo, les hago la propuesta a los ofendidos y a los ofensores de hacer las paces y dejar todo como quedó. Muchos rieron, otros se lamentaron, hay quien hasta se pudo haber amargado, pero allí quedó, dejemos todo en santa paz y hablemos de cualquier otra cosa, total nadie ha salido lastimado fisícamente y nadie ha perdido un centavo a causa de las burlas malintencionadas y crueles.
Es decir, si todos están de acuerdo, si aquellos que están en guerra, si los que ofenden, si los ofendidos opinan lo mismo. De lo contrario, no hay problema, pero lo único que van a obtener es la sensación amarga al final de no haber ganado nada.
Como decía Edipa en un comentario que leí hace poco, y que extraigo a manera de conclusión:
Señores, esto no es una guerra, y al final tampoco tendrá vencedores.
Saludos,
Santhros